El apéndice es una prolongación del ciego -parte del intestino grueso-, y está conectado al él a través de un pequeño orificio. A pesar de su reducido tamaño, de 7 a 8 cm de largo y entre 4 y 8 mm de diámetro, el apéndice es especialmente conocido por su habitual inflamación y por ser un órgano inservible. Durante años no ha merecido ningún respeto y los médicos únicamente lo han considerado como una fuente de problemas: no parece hacer nada, y a veces se infecta y requiere un traslado de emergencia. Además, nadie ha sufre por no tener apéndice. Así que los biólogos humanos creían que el apéndice era pequeño vestigio del desarrollo evolutivo de algún órgano presente en nuestros antepasados, que en su día fue necesario. En una palabra: inútil.
Pero, ¿es realmente el apéndice inútil? Ahora esta vieja teoría se ha puesto patas arriba, y ha quedado descartada con este descubrimiento. En una edición de diciembre de The Journal of Theoretical Biology, un grupo de científicos cirujanos e inmunólogos estadounidenses anuncian que han resuelto el enigma. El órgano, según ellos, es en realidad un «lugar seguro» para las bacterias saludables (las que hacen que sea correcta nuestra función del sistema digestivo). Cuando el intestino está asolado por enfermedades como la diarrea y la disentería, el apéndice va a trabajar en silencio para repoblar el intestino con esas bacterias beneficiosas.
«En esencia», dice William Parker, un químico que co-escribió el documento, «tras la caída de nuestro sistema, se reinicia en el apéndice.» La teoría podría explicar la localización del apéndice: situado en el inicio del colon, a menudo escapa de ser anulado cuando un colon enfermo se vacía violentamente.
Si el apéndice es sin duda crucial, ¿por qué no mueren las personas que han eliminado sus apéndices? Porque en el mundo actual la higiene y la medicina pueden mantener los niveles adecuados de bacterias saludables. El apéndice puede haber evolucionado su función de reiniciar de nuevo, cuando nuestros antepasados vivían una vida más vulnerable, y todo un pueblo puedía sufrir una diarrea catastrófica. En ese caso, cada intestino tenía que depender de sus propios recursos para recuperarse después de un colapso, por lo que el apéndice era crucial.
Parker admite que no hay manera de probar el argumento, a no ser que se realice «un experimento deductivo deductivo»: Ir a una aldea tribal aislada, eliminar los apéndices de la mitad de la población, y ver si esa mitad muere durante el próximo combate con la disentería. Aún así, los anatomistas han sido receptivos a la teoría de Parker.
(Fuente: The New York Times)